Si prestamos atención Themyst es capaz de evocar ideas más complejas de lo que a simple vista pudiera parecernos. La niebla surge de la nada y, sin previo aviso, confina a un grupo de personas de todas las edades y creencias en un espacio que les obliga a vivir en una improvisada comunidad donde las relaciones de poder se acaban por transfigurar y los principios morales se agrieta para dejar a la vista la debilidad de la naturaleza humana.
Hay dos elementos que se desvelan de manera prematura y que se puede detectar casi al mismo tiempo: uno, lo que esconde la niebla -el interrogante, que diría J. J. Abrams -, y otro, el carácter de serie B, que se percibe con diferente intensidad según el ángulo de la cámara. Pero ninguno de estos aspectos te levanta de la butaca. La trama está montada y ya nada puede evitar que esperes al desenlace.
Sin saber con certeza que partes se podrían eliminar, creo que se tendría que haber aprovechado mejor la atmósfera de angustia colectiva originada ad hoc. Tejida mediante diálogos creíbles y bien articulados, deja la impresión de que la historia se podía haber se podía haber hilado la trama de una forma más fina y sutil para haber exprimido el miedo que conduce a los protagonistas en la sucesión de escenas, dejando de lado, tal vez, cierta dosis de mística cristiana que pareciera fuera de lugar, pero que cobra sentido y le otorga la fuerza necesaria en los compases finales para acompañarnos hacia un final que, probablemente, sea el mejor punto final.
De cualquier manera, como ya comprobamos en TheFog de John Carpenter, la niebla siempre oculta algo que acaba por sorprendernos, aunque no requiera de toda nuestra atención.
Manuel A. González
@capitanparidas
@paradoxpab
Hay dos elementos que se desvelan de manera prematura y que se puede detectar casi al mismo tiempo: uno, lo que esconde la niebla -el interrogante, que diría J. J. Abrams -, y otro, el carácter de serie B, que se percibe con diferente intensidad según el ángulo de la cámara. Pero ninguno de estos aspectos te levanta de la butaca. La trama está montada y ya nada puede evitar que esperes al desenlace.
Sin saber con certeza que partes se podrían eliminar, creo que se tendría que haber aprovechado mejor la atmósfera de angustia colectiva originada ad hoc. Tejida mediante diálogos creíbles y bien articulados, deja la impresión de que la historia se podía haber se podía haber hilado la trama de una forma más fina y sutil para haber exprimido el miedo que conduce a los protagonistas en la sucesión de escenas, dejando de lado, tal vez, cierta dosis de mística cristiana que pareciera fuera de lugar, pero que cobra sentido y le otorga la fuerza necesaria en los compases finales para acompañarnos hacia un final que, probablemente, sea el mejor punto final.
De cualquier manera, como ya comprobamos en TheFog de John Carpenter, la niebla siempre oculta algo que acaba por sorprendernos, aunque no requiera de toda nuestra atención.
Manuel A. González
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