/Opinión
La resiliencia, aplicada al ámbito de la política, podría definirse
como la capacidad que tienen los partidos políticos para sobreponerse a los
resultados adversos, reconstruyendo sus vínculos internos y su comportamiento
externo, a fin de reponerse y reimpulsar sus objetivos políticos.
Si hay un partido resiliente en la política española, ese
debe ser el Partido Socialista, que, tras su fundación el 2 de mayo de 1879, atesora
una trayectoria que abarca ya 137 años de constante adaptación a la sociedad
sobre la cual pretendemos aplicar nuestro ideario político.
Un partido que asumió
su papel anecdótico durante el turnismo
en la Restauración, mayoritario en la
II República, asesinado en la Guerra Civil,
perseguido y exiliado en la dictadura, para después volver a ser mayoría
en la incipiente democracia de los ochenta. Y todo ello llevando a cabo los
cambios necesarios para, sin renunciar al programa máximo de la búsqueda de la
igualdad entre todos los seres humanos,
adaptarse a las distintas sociedades.
La salida del marxismo
como elemento clave y las sucesivas renovaciones generacionales que se han ido
produciendo (Zapatero tras Felipe González
y Pedro Sánchez tras Rubalcaba)
le han dado al PSOE ese cariz resiliente
que nos ha permitido vertebrar la política española, ya que estarán de acuerdo
conmigo que esta España no se entiende si de la ecuación suprimimos al Partido
Socialista.
Ahora, estamos ante otro
momento adverso para los socialistas españoles, solo que la amenaza ya no es un
agente externo, sino que la tenemos incluida en nuestra propia acción, en
nuestro día a día. La amenaza actual no es otra que la pérdida de una buena
dosis de credibilidad social, del derecho a ser escuchados por una parte de la
ciudadanía que espera algo más, una transformación mayor como solo el PSOE es
capaz de hacer.
Un partido como el PSOE
no puede permitirse el lujo de, simplemente, sobrevivir políticamente. No
podemos aspirar a, únicamente, resistir a los envites de otros partidos y
medios de comunicación que ven en la socialdemocracia a un animal herido en
mitad de la sabana, cual víctima propicia para culminar su cacería. Estudiando
la historia de este partido no podemos hacer otra cosa que no sea la de
reponernos a las adversidades de una forma decidida y clara. Ocupamos un
espacio político que es propio y que debemos defender con todas nuestras armas,
que no son otras que las ideas, la cercanía, el trabajo constante por la
corrección de desigualdades y la generación de un futuro digno, que ilusione a
quienes hoy han dejado de oírnos, por mucho que gritemos.
Internamente, sigamos
con el camino marcado en el último Congreso, abriendo las decisiones al
conjunto de la militancia. Continuemos con la renovación de equipos, de caras,
de formas de hacer política, de referentes. Rompamos con la previsibilidad de
nuestra acción política, dejemos que la ciudadanía vuelva a estar expectante
ante lo que el PSOE tiene que decir.
Para, ello es necesario
abandonar el lastre de los personalismos; guardar los rifles, quienes ya los
hayan desenfundado; y, sobretodo, apelar al sentido de prevalencia de lo
colectivo sobre lo individual y tener como única meta reimpulsar nuestros
objetivos políticos, con el valor añadido, de haber aprendido algo de nuestro
pasado inmediato.
No digo que sea fácil,
pero ¿Acaso alguna vez lo fue?
En nada me referiré al
aspecto externo. De nada servirán nuestro programa electoral o nuestra idea de
país y de futuro sino recuperamos antes el derecho a ser oídos.
Para concluir estas
líneas, que no hablan sino que gritan, haré una muy interesada referencia al
sentido de la resiliencia en el arte,
que no es otra cosa que la capacidad de una obra de mantener su particularidad
y personalidad, a pesar de los subjetivismos.
A buen entendedor,
pocas palabras bastan.
Manu Martínez. (@Manu_Mtnez)
PSOE Albacete
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